EL DETRÁS DE LO QUE VESTIMOS
TAIS GADEA LARA AGOSTO 26, 2017
Usamos prendas para dormir, para estar en casa, para ir a trabajar, para salir con amigos. Las elegimos por el color, por el talle, por nuestro estilo. Pero, ¿nos preguntamos de dónde vienen? ¿Quién las hizo? ¿A qué costo? ¿Con qué impacto ambiental? Una invitación a repensar a la industria de la moda desde los tres ejes de la sustentabilidad: lo social, lo ambiental y lo económico.
Desde épocas milenarias, la vestimenta formó parte de la cultura de las comunidades. Marcó estilos, sirvió a utilidades para cada época y hasta definió los estándares sociales de pertenencia. Fue símbolo de cada momento histórico. La Revolución Industrial marcó el verdadero boom de la industria textil con la máquina a vapor como su estrella. Desde entonces, el objetivo de los empresarios que pasaron a liderar el mercado fue uno: producir más y más, al costo más bajo posible. Pero la fórmula no era perfecta: ese costo más bajo se tradujo en un elevado costo para la salud del planeta y de las personas, para el sentido mismo de la dignidad laboral.
Comprender los problemas que hoy se encuentran detrás de lo que usamos es el primer paso para tomar conciencia sobre el rol clave que tenemos como consumidores, sobre cómo podemos contribuir a mejorar una industria que necesita redefinir sus principios. Pues, en definitiva, de lo que se trata es que lo que esté de moda no sea meramente una prenda, sino el hacerla con responsabilidad y sustentabilidad.
Una cuestión social
¿Sabemos quién hizo nuestra ropa? Ese es el interrogante que se planteó la diseñadora británica Carry Somerstras la tragedia de Rana Plaza. En abril de 2013 un complejo fabril se desplomó en Dhaka, Bangladesh dejando más de 1133 víctimas fatales y más de 2500 heridos, en su mayoría jóvenes mujeres. El hecho visibilizó las condiciones en las que las grandes marcas de ropa fabrican las elegantes prendas que llegan a las glamorosas pasarelas y a las brillantes vidrieras de shopping.
“Fue una oportunidad para mostrarle al mundo la necesidad y la importancia de la transparencia respecto de la cadena de suministro en la industria de la moda. Los días después de la tragedia, la gente miraba las etiquetas de sus prendas, sólo para saber si habían sido creadas por algunas de estas grandes marcas de ropa”, explica Somers, quien dio vida al movimiento internacional Fashion Revolution para que los consumidores se involucren activamente en preguntarles a sus marcas quién hizo su ropa. Es decir, para visibilizar a las personas detrás de lo que vestimos.
El director Andrew Morgan decidió mostrar esta realidad en la pantalla grande a través del documental “The True Cost” (“El verdadero costo”), un filme que recorre desde la realidad de los talleres clandestinos hasta la forma en que reconocidas diseñadoras, como Stella McCartney, buscan marcar un diferencial con responsabilidad. Al respecto, Morgan asegura: “Ya venía preocupado por la temática, pero tras Rana Plaza me dije ‘esto no es sano’. La película es una invitación a que la gente entienda que ocurre algo muy importante en el mundo que no están considerando y que son parte fundamental sólo por el simple hecho de comprar ropa”.
Conscientes que lo social es un eje clave de la sustentabilidad, las emprendedoras Lorena Núñez y Rocío González, directoras de Daravi y PAPA Studio, empoderan a mujeres de los asentamientos El Garrote y Nueva Esperanza en Tigre para la realización de sus objetos de diseño hechos con materiales de descarte y bolsas reutilizables. “Les damos una oportunidad de empleo, a un precio digno y generando valor”, expresa González.
Una cuestión ambiental
¿Sabemos que la moda es la segunda industria más contaminante del mundo? Los números hablan por sí solos: se necesitan más de 2600 litros de agua para hacer una remera de algodón; el 95% de las prendas que se arrojan a los vertederos en Estados Unidos por año podrían reutilizarse o reciclarse; el 60% de la gente compra ropa que utiliza la mitad del tiempo que lo que lo hacía hace 15 años; duplicar la vida de una prenda permite reducir sus emisiones contaminantes en un 24%.
El documental “Riverblue” ejemplifica estas consecuencias a partir de un elemento característico de la industria -el jean- y cómo puede poner en peligro el futuro de los ríos como consecuencia de sus tóxicos. Mark Angelo, conservacionista y protagonista del filme, es contundente: “No significa que la gente tenga que dejar de usar jeans, sino que los jeans necesariamente tendrán que ser hechos de una manera diferente”.
La joven argentina Jesica Pullo decidió reutilizar paquetes de papas fritas, sachetes de leche y bolsas plásticas para que vuelvan a cobrar vida en polleras, vestidos, remeras, carteras. Su marca, Biótico, es registro de cómo se pueden hacer prendas a partir de algo erróneamente considerado como basura. “Me di cuenta que no era necesario que haga ropa propiamente dicha, sino que se podían hacer otras cosas, con otros materiales y tener un impacto de conciencia en la sociedad”, expresa. Por su parte, Alejandra Gougy busca romper con las obligaciones de descarte que impera la moda, a través de la confección de prendas atemporales que perduran en el tiempo. Con Cosecha, busca “rescatar los valores de los pueblos originarios y transmitirlos a través del diseño”.
Una cuestión económica
¿Sabemos que de las 100 grandes marcas aún la mayoría no tiene información sobre sus proveedores? Así lo demuestra el último Índice de Transparencia de la Moda, presentado por el movimiento Fashion Revolution. En su análisis sobre el impacto en la vida de los trabajadores y el ambiente, el puntaje promedio de las marcas fue de 49 sobre 250, es decir menos del 20%; es decir, aún no hay conocimiento suficiente sobre las condiciones de toda su cadena de valor. Según Somers, “cuando ocurrió lo de Rana Plaza muchas marcas no sabían cuáles eran las características de las fábricas donde se elaboraban sus prendas; por eso la transparencia no es una opción sino el nuevo poder”.
Pagar un precio justo a quien confecciona, cosa o borda; garantizarle condiciones dignas de trabajo; cuidar al ambiente a partir de la materia prima que se emplea; presentar la prenda a un precio razonable al consumidor, son los elementos que definen una nueva forma de hacer negocios basada en la sustentabilidad. Pero que supone desafíos, que implica romper con paradigmas para comprender que el a veces “pagar más” no tiene que ver con un costo, sino con un valor que hay detrás. Así lo explica Paula Gray, diseñadora especializada en sustentabilidad: “Cuando hablamos de cuidar al planeta y a las personas, ‘lo caro’ es entre comillas. No tenemos que pagar la clandestinidad, no tenemos que dejar de lado a la persona que está detrás; tenemos que pagar un precio justo”.
¿Qué podés hacer?
– Comprar ropa cuando la necesites.
– Optar por diseñadores locales y responsables, o tiendas con prendas reutilizadas.
– Elegir prendas elaboradas con materiales reutilizados o empleados haciendo un uso eficiente de los recursos.
– Conocer quién hizo tu ropa.
– Preguntarle a las marcas cuáles son las personas detrás de sus prendas. ¡Hace uso de las redes sociales!
– Lavar menos las prendas y cuidarlas para extender su vida útil.
– Si ya no querés usar una prenda, donala a alguien que la necesite.
“The True Cost” y “Riverblue” forman parte de la octava edición del Festival Internacional de Cine Ambiental, Green Film Fest, en Buenos Aires, Argentina. Más información sobre horarios de la programación en www.greenfilm.com.ar